¡No se han ahogado, han sido asesinados!

Este grito resonaba con rabia por el centro de Madrid la noche del 12 de febrero en la concentración en protesta por la muerte seis días antes de quince personas al tratar de llegar a Ceuta nadando. Aún no se conocían los detalles que rodeaban a la muerte de los migrantes que provenían en su mayoría de Camerún, Guinea-Conakry y Mali, pero todos/as éramos conscientes de que, como se repetía en muchas de las pancartas, “las fronteras matan” y de que estas muertes habían sido causadas por un sistema económico que condena a la mayoría del planeta al hambre y a la miseria y pone todos los impedimentos posibles para no que no puedan escapar de ellas.
Pero lo que aún no sabíamos, aunque ya se podía intuir, era que en esta ocasión sí podíamos hablar de asesinato con todas sus letras, tal y como lo define el Código Penal. Según se han ido haciendo públicos vídeos y testimonios de los supervivientes hemos conocido la historia real: que guardias civiles han matado en nuestras fronteras a quince personas con alevosía, mediando recompensa y con ensañamiento, aumentando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido. Asesinato….

¡No se han ahogado, han sido asesinados!.

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